jueves, 26 de abril de 2012

Convivencia y Cultura de Paz


Contenido: Solución de problemas y conflictos

El conflicto es un aspecto que ocupa un considerable lugar en la vida: pensar que se puede pasar sin ello es utópico. Pero lo que sí podemos hacer es aprender a solucionarlo de forma acertada, constructiva y creativa.

Nuestra vida es un ejercicio de elección continua. Si reflexionáramos un momento sobre las decisiones que tomamos en un día, nos sorprendería la extensión del listado. Por ello, y porque las decisiones que tomamos afectan a otros, es inevitable que surjan los conflictos con frecuencia.

La habilidad de resolver problemas y conflictos, nos permite enfrentar de forma constructiva los problemas en la vida. Los problemas personales importantes que no se resuelven pueden convertirse en una fuente de malestar físico (trastornos psicosomáticos) y mental (ansiedad y depresión), y de problemas psicosociales adicionales (alcoholismo, consumo de sustancias psicoactivas). No siempre podemos escapar de los problemas y conflictos que tarde o temprano surgen en la vida, por lo que la única alternativa posible es aprender a afrontarlos en la forma más efectiva y constructiva posible.

¿Qué es un conflicto?

Conflicto es el obstáculo que dificulta nuestro avance y a veces nos paraliza. También es una decisión difícil de tomar. Pero que sea difícil no significa que no se pueda abordar. Son pocas las cosas que no tienen ninguna solución... quizás solamente haya una.

No existe problema cuando no hay más que una solución; pero habitualmente hay muchas soluciones entre las cuales elegir.

Los dilemas (del tipo blanco/negro) son más una construcción mental que una realidad; además las soluciones extremas no suelen ser las mejores.

Podemos clasificar los conflictos en:

Gana – pierde. Ocurre cuando una de las partes evita el enfrentamiento de forma sistemática por pereza, desidia o miedo. Son personas que evitan el conflicto a priori y prefieren perder de entrada en lugar de enfrentarse al otro, independientemente que puedan tener sus razones. El conflicto les genera angustia y la única salida que encuentran es la huída. Negar el conflicto no parece ser una solución adecuada a menos que el tema sea de poca importancia. Lo mejor es encontrar la forma oportuna de enfrentarse a ello y confrontar. En esta clase de conflictos también están los que quieren y pretenden vencer siempre. Son los que no escuchan razones, porque su punto de vista es absolutamente correcto. Consiguen imponer su opinión cuando el otro es débil, frágil o en algún modo dependiente e inferior.

Pierde – pierde. Los conflictos donde ambas partes pierden son los conflictos mal manejados y mal resueltos. Son fácilmente reconocibles porque las personas se quedan con una sensación de insatisfacción, frustración, impotencia y soledad.  Son conflictos en los que la falta de escucha, el juzgar al otro de entrada, las posturas extremas y el lenguaje ofensivo van distanciando a las personas involucradas hasta construir barreras de prejuicios que pueden minar una relación. El afecto por el otro nos puede jugar malas pasadas, cuando todo lo que estamos haciendo es "por él o por ella". El chantaje emocional, explícito o involuntario, también debilita la relación e introduce deficiencias en el desarrollo emocional, psicológico y humano. El resultado pierde-pierde se da no sólo cuando se pierde la batalla, sino cuando de alguna forma se pierde también algo de la otra persona.

Gana – gana es el conflicto positivo que aquí quisiéramos enfocar. Se gana a través de la comprensión del otro y la negociación de los valores en juego. Se gana cuando se aprende y cuando se crece, al menos un poco. Se negocian las condiciones, los tiempos, las modalidades, etc. para solucionar el conflicto. Todos ceden algo y todos ganan algo. Este parece el modo más eficaz y sano para enfrentarse a situaciones conflictivas. Lo importante no es cómo eliminar o prevenir el conflicto, sino cómo sostener una controversia animada, en lugar de disputas agresivas.

Procedimiento para resolver conflictos y tomar decisiones

Dependiendo del ámbito, cada persona puede tener conflictos:

·         consigo misma => conflictos de conciencia.
·         con otras personas => conflictos interpersonales.
·         con la sociedad => conflictos sociales.

A resolver conflictos se puede aprender (independientemente de la edad) y también se puede enseñar. Las técnicas sirven tanto para resolver las situaciones conflictivas ya existentes, como para prevenir otras en el futuro.

Es útil seguir estos 6 pasos, definiéndolos claramente en cada situación:

1.      ¿Cuál es el problema?
2.      ¿Quién tiene el problema?
3.      ¿Qué sabemos sobre el tema?
4.      ¿Qué alternativas de solución hay?
5.      ¿Qué curso de acción elegimos?
6.      ¿Ha sido una elección acertada?

1.      ¿Cuál es el problema?

Definir de forma clara y concisa el tema.
Este primer paso es de fundamental importancia. La primera pregunta, clave para todo el proceso de resolución, nos obliga a definir el problema en cuestión de forma clara, concisa y concreta:

Hay que utilizar palabras sencillas y formular el problema en una frase, utilizando un lenguaje adecuado.
La formulación del problema ha de ser clara y no muy larga. La frase utilizada debería definir el problema de una forma muy concreta. Por ejemplo: “Mi novio es muy celoso” o “Mi amigo Carlos está saliendo con muchachos de pandillas”.

Si se decide abordar un problema, hay que centrarse en ello sin pretender solucionar varios asuntos a la vez: mezclar problemas es la mejor manera de no resolver ninguno de ellos. Una forma útil para enfocar el tema que más nos interesa tratar, es escribir un listado de todos los asuntos que nos preocupan, con el fin de apartarlos temporalmente de la discusión y dejarlos para otro momento.


2.      ¿Quién tiene el problema?

A cada uno su problema.

Todas las cosas pueden ser observadas bajo diferentes puntos de vista. Lo mismo ocurre con los problemas. Por eso lo que es un problema para alguien, puede no serlo para otra persona. Los problemas no existen “de por sí”, en abstracto, sino que siempre existen “para alguien”. Yo tengo un problema.

Si, su solución depende de mí, entonces no hay conflicto con otras personas: es mi problema.

El problema personal se transforma en asunto interpersonal cuando su solución implica la colaboración de otras personas, en este caso puede ser un amigo, una amiga, o el novio o la novia.

El asunto interpersonal se transforma en conflicto interpersonal cuando las dos partes no están de acuerdo en su formulación o solución. En casi todos los conflictos subyace un manejo de poder, ya que cada una de las partes cree que tiene la mejor forma de solucionarlo y por ello trata de imponerlo.

Habría que intentar:

Escucharse. Es la actitud fundamental para que el conflicto no acabe con la simple imposición de una postura sobre otra. Cada parte necesita dar razones a favor y en contra con respecto al tema objeto de discusión. Hay que esforzarse por entender la perspectiva del otro/a, ponerse en su lugar en la medida de lo posible. Encontrar puntos en común o posibles áreas de acuerdo, un terreno común sobre el que basar posibles acuerdos.

3.      ¿Qué sabemos sobre el tema?

Adquirir información.

Es muy difícil que conozcamos todo sobre la cuestión que nos preocupa. Por ejemplo, si mi novio o novia está consumiendo drogas, pero realmente no sabremos qué ha ocurrido hasta que no se lo preguntemos. No podemos pretender “saberlo todo”; es importante preguntarles y escucharles con actitud abierta.

Es difícil resolver un problema teniendo pocos datos. Es aconsejable adquirir más información sobre el asunto que nos interesa, buscando en posibles fuentes alternativas. Esto nos permitirá dialogar con conocimiento y, además, nos ayudará a ver y crear más alternativas de las que inicialmente tengamos.

4.      ¿Existen alternativas de solución al conflicto?

Generar alternativas.

Generalmente estamos acostumbrados a ver las cosas como “blancas” o “negras”, es decir, de forma dilemática. En la realidad, la mayor parte de las personas nos movemos en una infinita “gama de grises”, que es la vida; pero ante situaciones de conflicto, tenemos la tendencia a exagerar los extremos:

Este paso del método nos invita a tomar conciencia de que no es “la cosa en sí” buena o mala, sino que depende del valor que le atribuimos. Probablemente los sujetos involucrados valoren el asunto de forma diferente y por ello haya conflicto.

Los conflictos no existen “de por sí”, sino que existen conflictos de valores; Por ello y para llegar a una solución aceptable para todos, será importante intentar explicitar los valores en juego, sabiendo que los valores son siempre importantes para quiénes los sostengan. Entender los valores del otro puede agilizar mucho el proceso de resolución.

Con esta actitud seremos capaces de generar un mayor número de alternativas posibles aceptables para ambas partes.

Ha llegado el momento de elegir.

5.       ¿Qué curso de acción elegimos?

Elegir una solución.

Una vez considerados los pro y los contra de cada una de las alternativas generadas, se puede elegir.

No tiene porqué haber una única solución. Varias entre ellas pueden ser adecuadas. Dependerá de la valoración que se haga en relación a sus implicaciones y sobre todo sus posibles consecuencias. Las soluciones intermedias, y no las extremas, suelen ser las más adecuadas, pues ninguna de las partes se verá completamente afectada. No es cuestión de que alguien gane y el otro pierda, sino de que ambos ganen algo y crezcan.

En el proceso de una buena resolución de conflictos no debería haber “vencedores y vencidos”.

6.      ¿Ha sido una elección acertada?

Actuar y verificar.

Una vez puesta en marcha la solución elegida, habrá que valorar las consecuencias. Si el conflicto parece haberse solucionado de forma suficientemente buena, nos congratularemos por los resultados conseguidos (a veces nos olvidamos subrayar lo que hacemos correctamente).

En caso contrario, se optará por volver al punto 4 y escoger otra solución. La clásica expresión de “te lo había dicho” no sirve de mucho: es importante creer que existe una solución más adecuada y seguir trabajando para encontrarla y realizarla. No hay que olvidar que somos responsables de las consecuencias de nuestras decisiones y acciones, independientemente de que hayamos acertado o no.

El respeto y práctica de los valores cristianos.
Para comprender un poco el abordaje de estos valores desde el enfoque cristiano, vamos a tomar en cuenta el significado de los términos valores y moralidad.

El valor es un principio que la persona considera importante.
La moral abarca “los principios del bien o del mal; una norma  de conducta; el conformarse a una de los que es bueno o malo.” Los valores y la moralidad están entretejidos de modo inextricable. La conducta moral es una manifestación de nuestros valores.

Es así que los valores cristianos son esenciales para la moralidad que agrada a Dios. Es por eso que debemos comprender la relación  que existe entre valores y moralidad y vivir conforme a los valores cristianos, establecidos en la palabra de Dios.

Todo buen cristiano practica el amor, como el principio de todos los valores originados en Dios y transmitido mediante la relación entre las personas.

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